Carlos Manuel Texeira Juradhiho "Portu" e Isidoro Fernández López "Madriles" se conocieron en la zona de Ronda del Pilar en el año 1998 y desde entonces estuvuvieron muy unidos, ellos tenían repartida la avenida, la mitad para cada uno, eran esos "gorrillas" de la avenida Ronda del Pilar. Desde que llegaron a Badajoz, Carlos e Isidoro pasaron por diferentes lugares "donde poder vivir".
Al principio se instalaron debajo del puente de Puerta Palma, pero alguien les quemó todo lo que tenían allí y se trasladaron a un antiguo descampado de la calle Prim donde construyeron una chabola de madera, más tarde fueron a un piso abandonado de la calle Abril y otro año lo pasaron en la calle con sacos de dormir. Últimamente, llevaban años compartiendo la caseta del guarda de las instalaciones deportivas de la calle Stadium.
Carlos Manuel Texeira "Portu" era oriundo de Beja, capital del bajo Alentejo (Portugal), cuando tenía 20 años le faltaban dos asignaturas para acabar la carrera de Ingeniería Electrotécnica, pero tuvo que realizar el servicio militar y no terminó sus estudios, él era buen estudiante, nunca suspendía, pero por unas cosas y por otras no acabó la carrera. Posteriormente se metió en ese mundillo de la máldita droga y se vino a residir a Badajoz, donde acudía al "metabus", unidad móvil de la Cruz Roja que suministra metadona a las personas drogodependientes para ayudarles en el camino a la desintoxicación.
Isidoro Fernández Pérez "Madriles" era de origen madrileño, vivía en un conjunto de chabolas del barrio de Vallecas, y trabajaba como delineante, su problema fue que se metió en la droga y el acceso a ella era muy fácil, pues conocía todos los puntos de venta de Madrid. Trabajando en Almendralejo tuvo un altercado que le llevó a la cárcel de Badajoz por varios días, cuando salió de ella, no tenía dinero y no conocía la ciudad, así que se puso a andar y acabó aquí.
Los vecinos de la zona estábabamos encantados con ellos porque siempre estaban ayudando a las personas y no generaban ningún tipo problemas, ya que ellos hacían una pequeña, pero muy buena labor en la calle.
Empezaban su labor a las ocho de la mañana y cuando se iban los de los servicios públicos comenzaban otro tipo de tareas, desde sacar a los perros de los vecinos hasta ayudar a las personas mayores a llevar las bolsas de la compra, además de vigilar la zona.
Isidoro y Carlos sabían el nombre de la mayoría de residentes de la zona, y por su puesto, la marca de coche de cada propietario.
La mayoría de los vecinos (entre los que me encuentro) estábamos contentos y tranquilos con ellos, y además, confiábamos hasta tal punto que más de un residente les dábamos las llaves a ellos para que aparcaran nuestro coche, y después ellos nos las dejaban en el buzón correspondiente.
Ellos se consideraron siempre queridos por los vecinos.
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