Los Costaleros de Semana Santa

Los Costaleros son esas personas que llevan los pasos de las imágenes, con un costal algo relleno que se colocan en la cabeza y les cae por la espalda, de ahí su nombre, normalmente la forma predominante de realizar las estaciones de penitencia es con pasos a costal, por lo que la figura del costalero, se hace imprescindible.
Hace ya bastante tiempo, decenas de años, los costaleros eran pagados, se reclutaban mediante la entrega de una cantidad económica que compensaba su trabajo, lo cual resultaría mucho más explicable para una comprensión simple de estos personajes. 
Pero en la actualidad, no sólo no son pagados, sino que en la mayoría de los casos son ellos los que pagan por ejercer esta tarea. 
La mayoría de ellos son penitentes (que lo hacen por algún tipo de penitencia o promesa) o costaleros voluntarios, ellos suelen ser hermanos que organizan una cuadrilla para llevar el paso por devoción. 
Cuando van debajo del paso piensan emocionados en la imagen de su Virgen o de su Cristo que llevan encima, y ahí es cuando le dicen que lo que les ha estado dando en la vida se lo ofrecen ellos llevándola por la calle. 
Su trabajo es extremadamente duro en la misma procesión, pues van apelmazados debajo del paso, en filas estrechísimas, pisándose literalmente los talones unos con otros, soportando el peso de muchos kilos sobre sus nucas, con la leve ayuda de los pequeños cojines que bordean sus cabezas.
Llevan rodeadas las cinturas por fuertes fajas en las que trabajosamente se relían, para evitar el fuerte peligro de quebramiento de los huesos que podría provocar la plasta enorme del paso sobre sus cuerpos. 
El aire sólo llega a los bajos del paso a través de los respiraderos, que parecen adornos desde fuera pero que sirven también para que el aire llegue difícilmente hasta donde ellos se encuentran.
Pero lo grande es que el trabajo de los costaleros no sólo se limita a las muchas horas de la procesión, pues la cuadrilla tiene sus relevos, pues sin descansos ocasionales la permanencia debajo del paso resultaría del todo insoportable, pero la existencia de los relevos amplía y hace mucho más extremo el problema del reclutamiento del numero de costaleros necesarios. 
Existe además el horario inevitable de los ensayos, que pueblan las noches de casi toda la Cuaresma de fantasmales pasos cargados de sacos de arena en los alrededores de los templos de los que salen las procesiones. 
El duro trabajo de los costaleros se multiplica así por muchas horas, en horarios muy incómodos y exigiendo además la dedicación de tiempos normalmente de descanso para los que no se ocupan de estas tareas.
Ellos son los personajes que más me impresionan de la Semana Santa, es posible que sea porque no termino que comprender su actitud altruista del todo, pero para mi  son únicos y constituyen la realidad más sorprendente y misteriosa del amplísimo fenómeno de la Semana Santa.
Quién de nosotros no se ha emocionado alguna vez al ver ese paso balancearse y girar con esa maestría que les hace únicos.
No olvidemos al capataz que es el auténtico director de este proyecto de Semana Santa, junto con los dos contraguías que se colocan en la parte trasera, pues los costaleros que van debajo confían en él ciegamente, ellos no ven por donde van pero saben que si siguen las instrucciones de su capataz lograrán el éxito y esa confianza vale su peso en oro.
Los sentimientos de un costalero siempre resultará algo misterioso, pero la fuerza indomable que sale de sus entrañas para llevar adelante con plena satisfacción su casi sobrehumana tarea, tal vez se pueda explicar mejor si, al tirón emotivo indeclinable que le producen la imagen de su Virgen o de su Cristo, se unen también otras fuerzas ancestrales, indefinidas, casi indefinibles de lo que ellos han mamado desde siempre. 
En los años  2020 y 2021 por desgracia, no pudimos contemplar sus geniales actuaciones de las salidas y entradas en las parroquias, esos momentos de nuestra Semana Santa que es imposible que no estemos allí para contemplarlos. Esos costaleros son el espejo donde los niños se miran con la ilusión de ser uno de ellos algún día, es esa figura invisible en las procesiones pero imprescindible para que los pasos se puedan poner en las calles y recorrerlas.
A todos vosotros, seáis de la hermandad que seáis. Gracias, muchas gracias por vuestro maravilloso trabajo....

Mi agradecimiento a Emilio Méndez Rodríguez y a Javier González Lena 
por la cesión de las fotografías expuestas en esta página.


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