Jacinto Andrés Venero Pajares es hijo de Celso Venero uno de los fundadores con su hermano Millán del Café-Bar Venero en los años 40, ese bar situado en Santo Cristo de la Paz (la Carretera de Sevilla), comenzó su andadura con una autorización oficial que permitía abrir sus puertas a las 4:30 de la madrugada, un horario poco común incluso en aquella época. Este detalle reflejaba el compromiso de sus fundadores, quienes trabajaron incansablemente para ofrecer a sus clientes tostadas y cafés desde las primeras horas del día.
Jacinto Andrés, inició su vida laboral en el bar a los 12 años, y desde entonces, su historia personal quedó entrelazada con la del negocio. Él cogió las riendas de la herencia que le había quedado su padre Celso, ya que su tío Millán lo dejó para establecerse en otro lugar con un nuevo establecimiento. Con el tiempo, Jacinto ajustó el horario para enfocarse exclusivamente en los desayunos y cerrar los domingos, una medida que reflejaba tanto los cambios en la dinámica social como la necesidad de una conciliación laboral más equilibrada.
Aunque era conocido inicialmente por su variedad de tostadas, el bar se ha distinguido en los últimos años por sus migas caseras, preparadas con esmero por su esposa, María Dolores Cordero "Loli", ese plato que se convirtió en el alma del menú y en un símbolo del compromiso por ofrecer productos tradicionales y de calidad. Ella ha sido un pilar fundamental en el negocio, complementando la labor de Jacinto y formando un equipo que ha sabido mantener el prestigio del Bar Venero frente a los desafíos de los años.
A lo largo de ocho décadas, el Bar Venero ha sido testigo de los cambios sociales y económicos que han marcado a Badajoz. Desde la posguerra, que trajo consigo la recuperación de la ciudad y el surgimiento de nuevos barrios, hasta la transición democrática en los años 80, el bar ha estado presente en cada etapa de la evolución de la ciudad.
El Bar Venero ha sido un emblema para los habitantes de Badajoz, el cual durante más de 80 años, este icónico establecimiento ha ofrecido esos desayunos deliciosos, (sobre todo los fines de semana, después de una noche de marcha), los cuales han dejado huella en la memoria de generaciones, y también marcó un antes y un después en la vida social y gastronómica de la ciudad.
Ahora a las puertas de su jubilación bien merecida, y sin relevo geracional, bajarán la persiana para siempre y con el cartel de "Se vende por jubilación" expuesto en su cristalera, está listo para cerrar un capítulo importante en la historia de San Roque y de Badajoz.
Más que un simple lugar para desayunar, este negocio familiar ha sido un reflejo de la resiliencia y la dedicación que definen a la comunidad pacense. No solo deja una huella en la historia de la ciudad, sino también en el corazón de quienes disfrutaron de sus desayunos, su ambiente y, sobre todo, su espíritu familiar.
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