José María Martínez Neira

 


José María Martínez Neira, este reconocido chef y empresario gastronómico pacense, ha seguido la estela y la profesión de su padre, el hermano mayor de la famosa saga del histórico quiosco de los Martínez del paseo de San Francisco, donde se vendían por cientos los bocadillos de calamares. 

Hoy día regenta ese restaurante Galaxia que abrió sus puertas en 1981, pero al año siguiente sus dueños disolvieron la sociedad, y se hizo cargo de él José Antonio Martínez Castaño "Pepe-Hillo" (
el cual recibió ese apelativo en honor al torero que falleció en la plaza en 1801, y a su gran afición a los toros, y es que incluso llegó a formar parte de algunos carteles de novillero que se pueden ver en las paredes del actual restaurante Galaxia), con su esposa Joaquina Neria Méndez, que ya tenían la experiencia de haber trabado en solitario en el local de la Avenida de Elvas donde se ubicaba la sala de fiestas Pipo's. Lo denominó Club Deportivo Badajoz y fue la primera vez que acuñó el subtítulo de "Cocina Pepe-Hillo". 

Su mujer Joaquina, y su hijo José María le acompañaban en esta nueva andadura empresarial, en la que emancipó a José María, que tenía 15 años por aquel entonces, para que pudiera tomar las riendas también. El cual empezó desde abajo, limpiando, subiéndose a una caja de Coca-Cola para fregar platos. Pasados unos meses, comenzó a atender la barra y después la sala. Cuando ya llevaba más de diez años implicado en la empresa familiar, José María le pidió a su padre más responsabilidad. 

Según cuenta él, le comentó a su padre que le dejase la dirección del negocio por un año, para probar, ya que si salía mal, no pasaba nada, se volvía al modelo anterior. José María incorporó un día de descanso, el domingo, que se mantiene hasta la actualidad, vacaciones en verano, postres caseros, su personalidad afable y decenas de pequeños detalles que, aunque invisibles, hacen que todo funcione a la perfección. Pepe (su padre), se quedó tranquilo y feliz al ver cómo de bien se desenvolvía su hijo. Sin darse cuenta, el que fuera novillero le acababa de dar la alternativa a la segunda generación. 

La carta de este restaurante que regenta ha sufrido pocas modificaciones a lo largo de las décadas, aunque cuando su padre falleció, puso su nombre a algunos de los platos que él había creado, como el revuelto Pepe-Hillo o el rabo de toro estofado al estilo Pepe-Hillo. 


El local es una especie de museo donde se conservan intactos recuerdos y carteles originales de corridas que su padre Pepe lidió, además de premios y algunas fotos de su maestro Curro Romero
por el que sentía autentica pasión. 
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