José Salazar Molina "Porrina de Badajoz" nació el 13 de enero de 1924 en la calle Atocha que hoy lleva su nombre, y como buen gitano, algo supersticioso, cuando se hizo el carnet de identidad cambió la fecha de nacimiento al día 6 de enero del mismo año, fue bautizado en la Iglesia de San Agustín, y era hijo de Juan y de Ana. Fueron ocho hermanos y dos murieron antes de nacer él, que era el cuarto, Manolo, Antonia, Quintina, José, María del Carmen y Gonzalo, éste último padre de los Chunguitos y de Azúcar Moreno. falleció el 18 de febrero de 1977, tenía 53 años. Se inició en el cante desde niño, alternando su oficio de limpiabotas con su interpretación de fandangos en fiestas y reuniones.
Debe su
nombre artístico al aficionado José Porras, que fue su protector en los
inicios de su brillante carrera de cantaor. Se auto-otorgó el título
honorifico de Marques de Porrina, que lo llevaría con ostentoso orgullo y
al que revistieon con toda seriedad con un escudo en el que aparece un telón, un as de bastos, el clavel, las gafas y la columna y el león como recuerdo a Badajoz.
Porrina consiguió el éxito a los 28 años por las condiciones excepcionales de su voz: velocidad, limpieza, seguridad, musicalidad y eco flamenco, que lo hacían sonar distinto a los demás cantaores. Además, destacó la fuerte personalidad del cantaor y su intuición e inteligencia para fabricarse todo un márke ting con su vestuario, gafas y clavel, que lo hacían reconocible e inconfundible.
Era público y notorio su pasión por la Virgen de la Soledad, a la cual todos los años por Semana Santa, acudía a cantarle la saetas desde la ventana del Hotel Madrid en la Plazuela de la Soledad, donde tiene ubicada una estatua en su honor.
Paseó su arte por los más selectos tablaos del arte flamenco de éste país. Fandangos, tangos extremeños, peteneras, seguidillas, bulerías….su voz larga, poderosa, flamenca.
Dicen los entendidos que lo escucharon en directo, que cuando subía no tenía techo, luego bajaba y hacía los mejores bajos que en la historia del flamenco se conocen. Se extendía de una forma excesiva en esas fiestas nocturnas en las que el reloj se paraba, era sin duda un libre pensador, un anarquista emocional, sin escuela, un culto sin catecismo, y un dandi en el país del tocino y de la envidia.
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Fandangos con Paco de Lucía a la guitarra
El agua que yo besé (granaina)
Le pegué un tiro a una liebre
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